Turismo que cuida el bosque
Gerardo Chongo camina entre árboles que, no hace mucho, no existían. Lo que antes eran campos abiertos para la ganadería es ahora una próspera zona reforestada que alberga unas 140 especies autóctonas. A cada paso -entre el canto de los pájaros que han vuelto y el murmullo del arroyo donde reaparece la nutria- se puede leer la historia de una decisión crucial: abandonar la tala y la ganadería y apostar por el turismo comunitario como medio de vida y como defensa del territorio.
Esa visión tiene raíces profundas. Empezó con su abuelo, un guía nativo con profundos conocimientos territoriales, que veía potencial donde otros sólo veían bosques o pastos. Comprendió que el Amazonas no era simplemente un lugar para extraer madera, sino un paisaje de inmensa riqueza natural, cultural y espiritual. Gerardo heredó esa visión y la convirtió en la fuerza motriz de Sacha Waysa, la iniciativa que hoy dinamiza la vida de la comunidad kichwa de Ñukanchi Sacha Waysa, en el este de Ecuador.
Sin embargo, el camino de Gerardo hacia el turismo dista mucho de ser lineal. De joven soñaba con ser médico y estudió química y biología. Pero la universidad era demasiado cara. Trabajó con niños, luego como obrero de la construcción en una central hidroeléctrica, más tarde como profesor. Ninguno de esos caminos encajaba. Finalmente, encontró trabajo en un albergue como cocinero, y allí aprendió todas las facetas del negocio: limpieza, guía, cocina y administración. Fue entonces cuando descubrió el turismo -no sólo como trabajo, sino como vocación- y decidió volver a su comunidad.
Sacha Waysa ya existía en una forma temprana, pero carecía de documentación y estatus legal. Gerardo vio que sin una estructura organizada, el proyecto no podía crecer, desarrollarse ni defender su activo más importante: el territorio mismo. En 2018, con el apoyo de la comunidad, lideró el proceso de formalización de Sacha Waysa como asociación.
A partir de ese momento, reforzaron su enfoque del turismo comunitario, ofreciendo experiencias enraizadas en todo lo que ya tenían: artesanía, leyendas ancestrales, música, danza, plantas medicinales y agricultura tradicional. Construyeron pequeñas cabañas y empezaron a acoger a grupos de Francia, Alemania y Estados Unidos que buscaban experiencias de inmersión y voluntariado.
La formalización les abrió puertas. A través de la Incubadora Regional Indígena de la Amazonía -promovida por NESsT y CONFENIAE- accedieron a recursos que les permitieron mejorar la infraestructura, fortalecer los sistemas contables y desarrollar una estrategia de marketing para ampliar su alcance.
Hoy en día, el turismo es la principal fuente de ingresos de la comunidad, pero su impacto va más allá de lo económico. Al ofrecer experiencias culturales auténticas, Sacha Waysa ha contribuido a revalorizar las costumbres kichwas, ha reforzado la transmisión de conocimientos ancestrales y se ha convertido en una herramienta esencial para la conservación de la selva. " El turismo es conservación de la naturaleza, porque los visitantes quieren ver flora y fauna", afirma Gerardo.
Hasta ahora, Sacha Waysa ha reforestado más de 19 hectáreas de bosque y ha sido testigo del regreso de especies antes ausentes. "La fauna está volviendo. Los pájaros que antes no teníamos han vuelto, y los animales salvajes también... Estamos orgullosos de volver a verlos", reflexiona Gerardo.
Aquí, la conservación no es un principio abstracto; es la forma más fiable de mantener los medios de vida de la comunidad. Cuando el turismo crea oportunidades para todos, deja de ser un negocio y se convierte en una forma de honrar la memoria, revalorizar las tradiciones y proteger el bosque que sustenta la vida.
Ahora se invita a cada visitante a plantar un árbol. Es más que un gesto simbólico: les hace partícipes de la regeneración del bosque, deja una huella viva en la comunidad y refuerza la creencia de que la conservación es una responsabilidad compartida.
