Glendy Andy

Fundadora de Ally Guayusa, Ecuador

Semillas para el futuro

Cuando Glenda Andy piensa en la Asociación Ally Guayusa, ve a los jóvenes como el centro de su futuro. Todavía son pocos, pero son esenciales: se encargan de la coordinación por WhatsApp, registran los datos de producción, gestionan las redes sociales y apoyan el trabajo contable y administrativo de la asociación. Hace poco, nada de esto existía.«Antes, los jóvenes terminaban el bachillerato y se iban a Quito, Guayaquil, Cuenca», recuerda Glenda. Las asambleas envejecían y el futuro parecía estar abandonando el territorio.

Su determinación de invertir esta tendencia surgió de su propia experiencia. Años antes, su comunidad organizó un programa de formación para jóvenes de un año de duración. Empezaron treinta jóvenes; muchos abandonaron, pero un grupo comprometido se quedó. Aprendieron liderazgo, trabajo de campo, administración y marketing. Para Glenda, la formación no era sólo técnica, sino una preparación para algo más grande: la creación de la primera empresa kichwa de la región. Esa visión se materializó con la formalización de Ally Guayusa en 2018.

Una vez creada, la asociación redobló la apuesta por la participación juvenil. Los jóvenes no sólo aportan conocimientos digitales y nuevas perspectivas, sino que también son los que acabarán dirigiendo la asociación. Así que se les integró deliberadamente en las operaciones diarias.

Hoy, los jóvenes de Ally Guayusa gestionan el sitio web, las redes sociales y las publicaciones. Asisten a los mayores en los talleres, ayudan a completar las fichas técnicas y garantizan la exactitud de los registros. En la comunicación interna del territorio, son indispensables: un mensaje enviado a los jóvenes se propaga rápidamente a los padres, facilitando asambleas, mingas y sesiones de formación a través de grandes distancias.

La transformación es visible en su confianza.«Antes hablaban con miedo; no tenían voz ni voto», dice Glenda. La formación impartida por organizaciones como NESsT las ha convertido en participantes activas que pueden presentar proyectos, hablar en ferias y explicar los procesos a las instituciones visitantes.

Para Glenda, apoyar a los jóvenes es también algo muy personal. Cuando comenzó a participar en cursos y talleres, su pareja se resistió, quejándose de que ella no era «una mujer de hogar». Finalmente, él la abandonó. La ruptura fue dolorosa, pero ella la transformó en fortaleza.«Si alguien me deja porque no me quiere, trabajaré y demostraré lo que puedo hacer», afirma. Crió sola a sus seis hijos, financió la educación superior de tres de ellos y aún sueña con que al menos uno vuelva a trabajar en la asociación.

En casa, al igual que en Ally Guayusa, predica con el ejemplo. Habla con sus hijos a diario, les ofrece cariño y consejos, y les recuerda que ella misma es la prueba de lo que se puede lograr.«Siempre les he dicho: soy vuestro espejo».

Cuando imagina el futuro, ve dos caminos entrelazados: el fortalecimiento de Ally Guayusa y el florecimiento de sus hijos y de otros jóvenes de la comunidad. Sueña con que los jóvenes de la comunidad, no sólo los suyos, tomen el relevo. Mientras tanto, ella sigue abriéndoles el camino y generando las condiciones para que encuentren en su propio territorio un lugar donde quedarse, participar y liderar.